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Monseñor João: La misión salvífica de la familia3 minutos para ler

En las homilías pronunciadas el 25 de enero de 2007 y el 28 de diciembre de 2008, en la Basílica de Nuestra Señora del Rosario, en Caieiras (São Paulo), el fundador de los Heraldos del Evangelio, Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP, analiza la función más alta del matrimonio. En efecto, todos somos peregrinos, en una vida pasajera, hacia el Cielo: si ésta es nuestra meta, ¡nuestro principal objetivo es la santificación mutua!

Vea el extracto:

A continuación, las palabras de Monseñor João Clá.

Extracto de la homilía del 25 de enero de 2007:

“El sacramento del matrimonio: este sacramento fue instituido por nuestro Señor; este sacramento es realmente extraordinario, porque hace penetrar en los cónyuges y en la propia familia una gracia especial a través de la cual sentirán la fuerza del apoyo sobrenatural, del apoyo de Nuestro Señor, para enfrentar los problemas, para enfrentar los sacrificios, para hacer frente a los dramas que la vida suele traer. Y así se fortalecen, porque Dios quiere que la sociedad se constituya sobre la base de la familia, y por eso Él tomó la unión conyugal y la elevó a la categoría de sacramento”.

Extracto de la homilía del 28 de diciembre de 2008:

“A menudo se dice que Nuestro Señor instituye el matrimonio como sacramento en la Bodas de Caná. De hecho, Él va a ese casamiento para santificar la unión entre los dos cónyuges. Pero no está mal pensar que en el momento en que se constituyó la Sagrada Familia, se colocó allí la piedra fundamental del destino sobrenatural de la familia.

La familia tiene una función por encima de todas las demás, que es una función salvífica, de salvar. No es posible que los padres se unan sin el objetivo de salvarse a sí mismos y salvar al otro cónyuge, y que se unan sin el objetivo de, teniendo hijos, no trabajar por la salvación de sus hijos. Dado que nuestro destino no está en esta tierra, nuestro objetivo final, nuestro fin último, no se da en este mundo, ya que nuestro fin último está puesto en la eternidad; estamos en esta tierra de paso, y no hay otro objetivo del casamiento más alto, más fuerte y más robusto que éste: uno santifica al otro y ambos santifican a sus hijos.

La función salvífica de la familia es innegable, es transparente, y se hace muy clara ya en el momento del sacramento mismo, en el mismo día del matrimonio. Por sí misma la familia tendría una finalidad natural, si no fuera la iniciativa de Dios de dar a la familia ese carácter sagrado de ser santificadora, de tener como objetivo santificar.

Todos estamos llamados a la santidad, no hay duda, pero la familia en cuanto tal, de una manera muy especial, una vez que se ha constituido para la santificación mutua. Y se trata de vivir la vida familiar en Dios y de hacer de Dios uno de los elementos esenciales de nuestra relación entre padres e hijos, entre padres y cónyuges, y entre sí también. […]

Es Dios el que, por lo tanto, está dentro de la familia, Dios es el que se preocupa por la familia, Dios es el que dirige la familia. Quiere ser el Guía, el Mentor, el Protector, el que ampara, el que protege, el que desarrolla, el que enseña, el que consuela, el que atrae, el que promueve. Él quiere ser… pero depende de nosotros estar conectados con Dios de tal manera, que Él tenga plena facilidad para dar todo lo que Él quiere darnos, ¡y quiere dar mucho!”.

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