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Monseñor João: La finalidad religiosa de la familia4 minutos para ler

En la homilía pronunciada el 30 de diciembre de 2007, el fundador de los Heraldos del Evangelio, Monseñor João Scognamiglio Clá Dias, EP, se esmera en demostrar cuál es el fin sobrenatural al que Dios ha destinado la institución familiar, a pesar de que la sociedad secularizada de nuestros días considere a la familia desde un punto de vista entera y exclusivamente natural.

Vea un extracto:

A continuación, transcribimos las palabras de Monseñor João Clá.

Fragmento de la homilía del 30 de diciembre de 2007:

La familia es la célula madre de la sociedad. Y la familia bien constituida, aquella que aspira a tener descendencia y educar a la descendencia para la santidad, esa es una familia santa, la familia que desea imitar a José, a María, en la educación de sus hijos. […]

La familia no tiene un objetivo meramente social, sino, sobre todo, religioso. La familia es una institución que tiene un soporte sobrenatural, divino, por lo tanto, estrechamente vinculada a Dios, a los designios de Dios en el Nuevo Testamento, a Nuestro Señor Jesucristo. Nuestro Señor Jesucristo eleva a la familia a la categoría de sacramento, ella es uno de los sacramentos. Son siete los sacramentos de la Iglesia; uno de ellos es el sacramento del matrimonio. Y Dios quiso elevar a la familia a este grado de sacramento porque Él quiere la constitución de la familia y quiere que la familia tenga muy clara ante sí el objetivo religioso que posee.

Vemos en el Nuevo testamento cómo se establece tal Orden Religiosa, tal otra Orden Religiosa, y vemos así nacer un ramillete de flores de vocaciones religiosas nacidas aquí, allá y acullá. Y en un momento dado, se va forjando la idea errada de que la familia no tiene un objetivo religioso, que tiene un objetivo puramente social y exclusivamente social, lo que no es cierto. Cuando analizamos la historia de una Orden Religiosa y vemos cómo se desarrolla, se desenvuelve, alcanza una plenitud; para entender bien la base de donde nace este florecimiento de la Orden Religiosa, prestamos atención en un solo punto y ahí vemos la fuente: “Buscad el Reino de Dios y su justicia y el resto os será dado por añadidura” (cf. Mt 6, 33). […]

La principal preocupación debe ser buscar el Reino de Dios y su justicia, es decir, la santidad. La familia existe para perpetuar la prole, criar a los hijos —hijos, hijas—, educar a estos niños dentro de la sabiduría, y dirigirlos a la vida eterna, porque estamos en esta vida de paso y, por lo tanto, la educación que se debe dar a los hijos es orientada a prepararlos para enfrentar los problemas de esta vida con vistas a la eternidad. Esa debe ser la preocupación primordial. Debe ser la primera preocupación en la formación moral, en la formación religiosa de los hijos.

Y ese es el gran problema incluso de las órdenes religiosas. Ellas, cuando crecen y se desarrollan y cuando se fortalecen cada vez más, es porque la principal preocupación reside en la búsqueda del Reino de Dios y su justicia. Y el resto les llega por añadidura. ¡Viene por añadidura! Sin que haya una preocupación inmediata con la manutención material, la manutención acaba llegando a sus manos. Y Nuestro Señor mismo dirá en el Evangelio que el Padre ni siquiera deja que un pájaro se muera de hambre; mucho menos dejará a un hijo directo de Él. Porque una vez bautizado, es hijo de Él. En la familia sucede lo mismo; es decir, lo que se da en una Orden religiosa, se da también en una familia.

De hecho, la familia es prácticamente una pequeña Orden religiosa, lo es, hay una relación entre padre, madre e hijos que es una relación basada en Dios. Dice San Pablo: “El amor es el vínculo de la perfección”. Por eso, en la vida familiar debe haber este amor intenso, pero no puede ser un amor puramente sensible, un amor puramente sentimental, no puede ser un amor puramente romántico; tiene que ser un amor que pasa por encima de las vicisitudes, de las dificultades, de los problemas temperamentales, incluso de las dificultades ideológicas, pasa por encima; es un amor que tiene en vista la santificación del otro cónyuge, la santificación de los hijos y de las hijas.

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