En la homilía hablada el 28 de diciembre de 2008, el fundador de los Heraldos del Evangelio, Monseñor John Scognamiglio Clá Dias, EP, predica sobre la necesidad de que las familias tomen la Sagrada Familia – compuesta por Jesús, María y José – como un ejemplo de perfecta armonía la importancia de vivir la santidad como familia.
Vea el extracto:
Las siguientes son las mismas palabras de Monseñor John Claudia:
Hoy, la Iglesia celebra esta fiesta con gran alegría,[1] porque es la "célula mater" de la sociedad, la base de toda sociedad, y es prácticamente la Iglesia constituida en su celda familiar – padre, madre, hijos, hijas – y dentro de la perfecta armonía basada en la gracia de De Nos.
Pero si la familia vive en función de la gracia y de la vida recibiendo las gracias por su elevación del espíritu, por su espíritu de piedad, por su compromiso de santificarse, entonces se dan todas las gracias y todo se vuelve fácil. No es que haya dramas, no es que no haya dolor; pero los dramas en sí mismos y los dolores en sí mismos serán dados por Dios, permitidos por Dios con el fin de dar más méritos y aún así dar más premios después.
El extraordinario ejemplo de esta familia llena de dramas, llena de dolor, es cierto, pero frente a todo con un gran espíritu: es la Sagrada Familia. Padre, Madre e Hijo viviendo en perfecta armonía. ¿Por qué? Porque Dios está en el centro.
Alguien dirá, "Bueno, pero también, ¡qué comparación! ¡La Sagrada Familia huye en todas y todas las comparaciones!"
Eso no es lo que la liturgia nos dice hoy. La liturgia, cuando rezamos la oración inicial, nos dijo muy claramente: "Oh Dios de la bondad, que nos dio la Sagrada Familia como ejemplo, concédenos imitar en nuestros hogares sus virtudes…"
¡Imitad las virtudes de Jesús, María y José, porque son nuestros ejemplos!
"… que, unidos por los lazos de amor, algún día podemos llegar a las alegrías de tu hogar".
Y entonces estamos eternamente integrados en la familia eterna: Padre, Hijo y Espíritu Santo y con todos los benditos, ángeles y santos. Dios quiere darnos esta alegría que es El, Dios quiere hacernos tener esta inmensa felicidad que es la convivencia con El en la eternidad. Y por eso el mismo se encarna a sí mismo, el mismo vive dentro de una familia.
Y si debemos considerar que le tomó tres años exponer la doctrina y el Apocalipsis que trajo, y nos tomó treinta años darnos un ejemplo de cómo debe ser la vida familiar, vemos la importancia de la vida familiar. Treinta años para darnos un sentido claro de cómo debemos estar en la relación interna, esposo con esposa, esposo con esposa, con hijos, con hijas, con hijas.
Pediré, y pediré también, que Jesús, María y José que están representados aquí hoy por estas imágenes afortunadamente colocados en el presbiterio, que ellos, Nuestro Señor, por intercesión de María y José, puedan derramar las gracias más efectivas, más más transformador, más transformador para cada uno de los que están aquí y que constituyen una familia, para que puedan ser convencidos, para ser penetrados por la necesidad de vivir la santidad como familia.
[1]Extracto de Homilía del 28 de diciembre de 2008.