En las homilías pronunciadas el 23 de diciembre de 2007 y el 25 de diciembre de 2008, el fundador de los Heraldos del Evangelio, Monseñor John Scognamiglio Clá Dias, EP, trata de la alegría que la Navidad nos trae: un Dios que se encarna en un niño tierno, y nos invita a ser parte de Su F amilia. ¿Cómo hacer esto realidad?
Vea el extracto:
Las siguientes son las mismas palabras de Monseñor John Claudia:
Viene con esta sonrisa, co[1]n esta bondad, con esta suavidad, con esta delicadeza, nos ha estado abriendo las puertas del Cielo y sonriendo, diciendo: "Continúa adorándome, porque es en esta adoración que viviremos eternamente juntos en la misma felicidad en el Cielo. Vine a hacerte mi hermano, vine a hacerte mi hermana, ¡vine a hacerte mi madre!"
Porque él mismo dirá: «Mi madre, mis hermanos, mis parientes, son los que escuchan mi palabra y la ponen en práctica» (cf. Lc 8, 21). Esto es lo que nos ha estado invitando a cada uno de nosotros: a poner en práctica las palabras que nos dice. ¿Y cuáles son esas palabras? Palabras de total desapego de todos y cada uno, y tienen un corazón enteramente colocado en Dios.
Lo que trae felicidad es este contacto con Dios, este contacto con lo sobrenatural. ¡Eso es todo! Esto es lo que nos llena de alegría, esto es lo que realmente nos da sentido a la vida. ¡Y el resto es secundario, pase lo que pase, pase lo que pase! Lo que importa es este gozo sobrenatural de estar con él que es nuestro Salvador.
* * *
Es lo que deseo: q[2]ue El, esta Navidad, dé tanta alegría a cada uno, a cada uno —y también a los jóvenes—, que dé una alegría extraordinaria, hasta el punto de que cada uno siente en el fondo de su alma la gracia de la Navidad, que es toda una gracia especial , y esa es la gracia donde nos sentimos amados, donde nos sentimos queridos, donde nos sentimos totalmente restaurados y reparados por el niño Jesús que nace.
Que el Niño Jesús lleve a toda familia, a los padres, a las madres, a los hijos, a las hijas, a toda clase de gracias de consuelo; de alegría y paz. Gloria a Dios en las alturas —los ángeles canten— y paz en la tierra a aquellos que tienen la buena voluntad de abrir sus almas al nacimiento del Niño Jesús.
¡Alabado sea el Niño Jesús!
[1]Extracto de Homilía del 25 de diciembre de 2008.
[2]Extracto de Homilía del 23 de diciembre de 2007.